lunes, 8 de abril de 2013


Todos a pensar!

Mi confrontación con la docencia

Ricardo Martínez Gacía.

Comencé a dar clases en el año de 1991 cuando aún no había terminado la carrera de Filosofía. Había necesidad de profesores en el Colegio de Bachilleres y un jefe de materia andaba a la búsqueda de quienes pudieran dar clases. Una amiga a la que le habían hecho la invitación no podía ir, así que me comentó y yo fui en su lugar. La escuela en cuestión (el plantel 8, Cuajimalpa) quedaba como a hora y media de mi casa, pero eso no fue obstáculo y comencé a dar clases, a pesar de entrar a las siete de la mañana.

De inmediato me di cuenta de que la idea que generalmente se tiene de los profesores es que son personas sabias, educadas, que lo pueden resolver todo pero que sobre todo  saben o deben saber muchas cosas, pero no siempre se cumplen estos ideales. Mis alumnos inicialmente se desconcertaron ante mi juventud de ese entonces, pero con base en conocimientos y en cierta capacidad expresiva pude ganarme –aunque no siempre- su respeto y reconocimiento. La edad, conforme pasan los años, va dando ese respeto de manera natural, pero el reconocimiento sí que se lo debe ganar cada uno con el desempeño en el trabajo.

Casi siempre he intentado ceñirme a los programas de estudios de las asignaturas que he impartido. He hecho cursos para planear y operar con mejor organización o sistema los elementos curriculares de estas asignaturas. Pero como señala uno de los textos que hemos leído en el primer módulo de la Especialidad en Competencias Docentes, titulado La aventura de ser maestro, una cosa es lo planeado y otra estar frente a grupo. La improvisación a veces resulta ser un gran recurso, siempre que no sea la regla.

La ventaja que tienen las asignaturas que he impartido, como lo son Lógica y Filosofía, es que nos permiten abordarlas y ejemplificarlas de manera diferente siempre, asociarlas constantemente con aspectos que se ven o se viven diariamente, y así mostrar su actualidad e importancia.

La docencia para mí entraña una gran responsabilidad, sin importar el nivel en el que se trabaje. Dependiendo del modo en el que la he ejercido será que motive a los estudiantes a saber o aprender más, o que les despierte el deseo por el conocimiento, o al menos que les permita ser conscientes de aspectos que a veces están ahí pero no somos capaces de notar.

Lo peor que puede ocurrirme –y que es para mí motivo de insatisfacción y hasta de frustración- es que alguien que ha sido mi alumno me diga que lo que vio en mis clases no le haya servido de nada (alguna vez un ex alumno me lo dijo). Por otra parte, más de un ex alumno se decidió a estudiar filosofía de manera profesional, y tuvo la gentileza de decirme que tal decisión había tenido lugar luego de cursar tal asignatura conmigo.

Ser profesor, en cualquier nivel, es realmente un lujo y un privilegio pero también un enorme reto y responsabilidad, entraña la capacidad de sacar lo mejor de nuestros estudiantes, de mostrarles cómo y por qué es útil y provechoso estudiar, así como la satisfacción que se puede sentir al aprender, o la satisfacción de alcanzar ciertos grados de conciencia.

Ahora, a la luz de los dos módulos cursados en esta Especialidad en Competencias Docentes, impartida a distancia por la Universidad Pedagógica Nacional, hemos aprendido muchísimo sobre aspectos de gran relevancia, como la importancia de la planeación didáctica, que es una forma de intervenir en el proceso de aprendizaje-enseñanza basada en las competencias propuestas por la Reforma Integral de la Educación Media Superior.

Esta especialidad ha puesto de manifiesto la necesidad de planear mis estrategias de enseñanza y aprendizaje, pues pone de relieve la importancia de la capacitación constante por mi parte como docente. Hemos aprendido, mis compañeros y yo, a lo largo de estos módulos, a planear propuestas de intervención que entrelazan la formación en competencias tanto disciplinares como actitudinales, con el fin de conseguir mejores resultados con nuestros estudiantes.

Ahora comenzamos a ver con mayor detalle el uso didáctico de la Web, a partir de WebQuests y de los elementos que las TIC´s ponen a nuestro alcance, como la Web 2.0 y los micromedios, del cual este blog es un ejemplo.
Competencias virtuales

Los saberes de mis estudiantes en el uso de las TIC y de Internet

Ricardo Martínez García

Como la mayoría de los estudiantes saben qué es y usan constantemente el buscador de google generalmente para obtener información sobre tareas o investigar aspectos de sus tareas, les he propuesto que para comparar la calidad de estas consultas, cada una de ellas se haga en al menos cinco fuentes diferentes, y luego se realice una comparación y análisis de la forma en que se usan los conceptos.

Esto permitirá la consulta, a la larga, de diccionarios especializados, que hasta ahora solo usaban a menos que se les indicara. La idea es que usen cada vez menos las páginas más populares pero menos precisas para elaborar sus tareas, mejorando tanto su capacidad de búsqueda, de análisis y de comparación.

También el uso de la información obtenida en los buscadores a veces implica su plagio, ya que pocos colocan la cita con la referencia digital de la fuente que están usando, por lo que solicitaremos que cada vez que se use este tipo de fuente, se cite correctamente y lo más concretamente que se pueda.

Muchos de nuestros estudiantes tienen internet en casa, o algunos tienen la posibilidad de ir a hacer uso de los cibercafés, pero algunos otros ni siquiera tienen computadora. Entonces la idea es tratar de homologar, compensar el uso de las computadoras, ver el modo de que todos puedan usar al menos dos o tres veces a la semana las computadoras, con fines de aprendizaje.

En el Colegio de Bachilleres, plantel 5, existe una red escolar, pero pocos ingresan porque la clave debe ser tramitada. La idea entonces es que se solicite por escrito a las autoridades la clave de acceso, y los que puedan contar con su computadora portátil lo hagan, para realizar actividades como consulta, compartir información, revisar contenidos, etc.

En las asignaturas a mi cargo, se solicita ante todo la consulta de datos sobre corrientes filosóficas (contenido conceptual) pero el mismo uso de la tecnología puede considerarse una forma de contenido actitudinal.

Además en internet es mucho más probable encontrar datos actuales sobre las problemáticas situacionales planteadas en el inicio de cada unidad o módulo de los que constan nuestras asignaturas. Es decir, es posible encontrar noticias relevantes, ensayos, conferencias que nos contextualicen las situaciones, con el fin de conocer el contexto de estas problemáticas, y que eso permita luego analizarlas desde la filosofía.

Con esto, se puede incluso pedir que el aprendizaje colaborativo se canalice a través de la creación de un blog para cada grupo dentro de la clase, y que en ella vayan vertiendo tanto sus participaciones, sus reflexiones, los miembros del equipo.

Es cierto que hay algunos problemas en el uso de la red, como los que se mencionan en el texto de Andrés García Manzano, que dice:

“3.          El acceso a Internet es problemático por lo que respecta a la calidad, disponibilidad, dispersión e intencionalidad de los contenidos. Aunque un porcentaje insignificativo de sitios Web tiene carácter educativo, 80% está en inglés. Por otro lado, los estudiantes suelen nadar inermes en un océano de información confusa y fragmentaria cuya calidad y fiabilidad escapa a su control”.

Estrategias para compartir contenidos de la Web

A manera de estrategia para que todos compartan sus hallazgos, como las formas de hacer las consultas de modo más óptimo por ejemplo, o de sitios de interés por sus contenidos (como WebQuests), se ha planteado la elaboración de un blog especial para cada grupo, o abrir una cuenta en google docs, con el fin de que aquellos que encuentren cosas interesantes y quieran compartirlo, lo hagan en estos espacios o micromedios, y los demás que ingresen a estos sitios puedan compartir tales hallazgos. 

El criterio para los contenidos será el de subir o compartir aspectos relacionados con los temas curriculares. En este sentido, lo que se desee compartir se puede hacer de manera anónima o colocando su nombre. Entonces se debe poner la dirección electrónica de lo que se desee compartir, o realizar hipervínculos que permitan la fácil navegación en esos sitios que se sugieran.

Se solicitará que los más experimentados en la navegación en la Web comenten sus hallazgos no solo en alguno de los micromedios, sino que al estar en el aula lo comenten con el profesor y los demás compañeros. El asunto es que si es algo de interés y relevancia, es necesario compartirlo lo antes posible. La mayoría de los sitios en internet permiten una navegación hasta cierto punto intuitiva, por lo que solo hace falta cierto nivel de instrucción o conducción.

viernes, 31 de octubre de 2008

La Apología del Libro

De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria

Jorge Luis Borges



Somos el resultado de lo que vivimos, pero también de lo que leemos.

Patrick Besson


Una biblioteca es el cruce de caminos de todos los sueños de la humanidad

Julián Green


Parece que la afición por los libros crece con la inteligencia, un poco por debajo de ella pero en el mismo tallo

Marcel Proust


Cuando el viento sopla a favor, la gente duerme la siesta. En los momentos de prueba y las horas bajas, busca el auxilio de un libro.

Juan Villoro

lunes, 29 de septiembre de 2008

Empirismo

La palabra empirismo proviene del término griego εμπειρισμός (textualmente, experiencia), la translación latina es experientia, de la que se deriva la palabra experiencia.

Filosóficamente el empirismo es una teoría del conocimiento, la cual enfatiza el papel de la experiencia, especialmente la percepción sensorial (o aparato perceptivo), en la formación de ideas. El concepto “empirismo” señala al conocimiento que se basa en la experiencia para validarse como tal, que significa que la experiencia es la base de todos los conocimientos. Dicho conocimiento parte del mundo sensible para formar los conceptos: lo que uno ha experimentado, lo ha experimentado (Alfred North Whitehead).

En la filosofía de la ciencia, el empirismo es una teoría del conocimiento, que enfatiza los aspectos del conocimiento científico que están cercanamente relacionados con la experiencia, o en el caso científico mediante la experimentación. Es requerimiento fundamental del método científico, que todas las hipótesis y teorías deben ser probadas mediante la observación del mundo natural, restándole importancia al raciocinio a priori, la intuición o la revelación.

(¿Cuáles son las definiciones que el texto maneja del concepto “empirismo”?)

El empirismo no sostiene que tengamos un conocimiento empírico automático. Por el contrario, según su punto de vista , para que cualquier conocimiento sea deducido, tiene que obtenerse de percepciones basadas en la experiencia.

El empirismo filosófico ha contrastado con la escuela filosófica conocida como racionalismo, que opina que el conocimiento se obtiene mediante la razón, independientemente de los sentidos o la experiencia. De todos modos, actualmente esta diferencia de opiniones es tomada como una exageración de los temas filosóficos envueltos en la controversia; puesto que los máximos racionalistas (Descartes, Spinoza y Leibniz) fueron partidarios del método científico empírico de su época. Al igual que Locke, que alegó que ciertos conocimientos (el conocimiento de la existencia de Dios) pueden ser hallados mediante la intuición y el razonamiento.

(¿Cuáles son las diferencias entre el empirismo y el racionalismo?)

Entre algunos de los más influyentes filósofos que estuvieron asociados con el empirismo se citan a Aristóteles, Tomás de Aquino, Francis Bacon, Thomas Hobbes, John Locke, George Berkeley, David Hume y John Stuart Mill.

David Hume

David Hume (Edimburgo, 7 de mayo de 1711 - 25 de agosto de 1776) fue un filósofo, economista e historiador escocés y constituye una de las figuras más importantes de la filosofía occidental y de la ilustración escocesa.

Hume estuvo fuertemente influido por los empiristas John Locke y George Berkeley, así como por varios escritores franceses como Pierre Bayle, y algunas figuras del panorama intelectual anglófono como Isaac Newton, Samuel Clarke, Francis Hutcheson y Joseph Butler.

En su obra más importante y conocida, Investigación sobre el entendimiento humano, Hume articuló la tesis de que todo el razonamiento humano pertenece a dos clases:

1) Relaciones de ideas y
2) Hechos.

Mientras que las primeras involucran conceptos abstractos como las matemáticas y están gobernadas por las certezas deductivas, los segundos comportan la experiencia empírica donde todos los razonamientos son inductivos. Dado que de acuerdo con Hume no podemos conocer nada de la naturaleza con anterioridad a la experimentación, incluso un hombre racional sin experiencia «no podría haber inferido de la transparencia y la fluidez del agua que sofocaría su sed, o a partir de la luz y el calor del fuego que le consumiría».

Así que todo lo que podemos decir, pensar o predecir de la naturaleza debe venir de la experiencia previa, lo que lleva a la necesidad de la inducción.

(De acuerdo con Hume, el razonamiento humano es de dos tipos ¿Cuáles son y cómo lo explican?)

La inferencia inductiva presupone que se puede confiar en los actos pasados como regla a partir de la que se puede predecir el futuro. Por ejemplo, si en el pasado ha llovido el 60% del tiempo cuando se dan unas condiciones atmosféricas determinadas, entonces en el futuro probablemente lloverá un 60% del tiempo si se dan las mismas condiciones. Pero aún queda el problema de cómo justificar tal inferencia, conocida como el principio de inducción. Hume sugirió dos posibles justificaciones, que sin embargo rechazó:

La primera justificación descansa en la suposición, tomada como una necesidad lógica, de que el futuro debe de parecerse al pasado. Pero Hume puntualiza que podemos concebir un mundo caótico y errante en el que el futuro no tiene nada que ver con el pasado – o un mundo como el nuestro hasta el presente, que llegado a un punto cambia totalmente. Así que nada hace que el principio de inducción sea una necesidad lógica.

La segunda justificación, más modesta, apela a los éxitos anteriores de la inducción – en el pasado ha funcionado en la mayoría de las ocasiones, así que probablemente seguirá haciéndolo en el futuro. Pero, como Hume comenta, esta justificación hace uso del razonamiento circular en un intento de justificar la inducción mediante la reiteración, lo que nos devuelve al punto de partida.

(¿Qué es la inferencia inductiva y cómo la justifica Hume? Aunque las rechaza)

El notable filósofo del siglo XX Bertrand Russell, confirmó y elaboró el análisis de Hume del problema en su trabajo Los problemas de la filosofía, capítulo 6.

A pesar de la crítica de Hume a la inducción, sostuvo que era superior a la deducción en el reino del pensamiento empírico. Tal y como declara: «esta operación de la mente, por la que podemos inferir los efectos de las causas y viceversa, es esencial para la subsistencia de todas las criaturas humanas, es probable que pueda confiarse más en ella que en las falacias de la deducción de nuestra razón, que es lenta en sus operaciones; no aparece en los primeros años de la infancia; y como mucho es, en cualquier edad y periodo de la vida humana, extremadamente proclive al error».

(¿Por qué razón dice Hume que la inducción es superior a la deducción?)

¿Quién o qué soy?

¿Mi ser “yo mismo” es el mismo siempre? Tal pregunta pareciera no implicar mayores problemas, pero para Hume hay algo que complica su respuesta, la cual presupone una teoría del yo.

Tendemos a pensar que somos la misma persona que hace cinco años, aunque hemos cambiado en muchos aspectos. Podríamos empezar a pensar qué características han cambiado sin que cambie el yo. Hume, sin embargo, niega que haya una distinción entre las diferentes características de una persona y el misterioso yo que supuestamente las lleva puestas. Después de todo, como puntualizó Hume, cuando se experimenta con la introspección, se descubren pensamientos, sentimientos y percepciones, pero nunca se percibe ninguna sustancia que se pueda llamar “el yo”. Así que Hume llega a la conclusión de que no hay nada que se pueda llamar yo, aparte de una gran y efímera colección de percepciones.

Si las ideas estuvieran sueltas e inconexas sólo el azar podría unirlas, y es imposible que las mismas ideas formaran regularmente otras más complejas (cosa que hacen habitualmente) sin una cierta unión entre ellas, alguna cualidad asociativa por la cual una idea introduce naturalmente otra.

(¿Por qué para Hume no hay nada que se pueda llamar “el yo”?)

Está claro que en el transcurso del pensamiento y en la constante revolución de nuestras ideas, nuestra imaginación salta fácilmente de una idea a otra que se le parece, y que esta sola cualidad es un enlace suficiente para la imaginación. Resulta también evidente que los sentidos, al cambiar sus objetos, necesitan cambiarlos regularmente, y tomarlos como si estuvieran contiguos unos a los otros, la imaginación debe de acostumbrarse a adquirir el mismo método de pensamiento, y saltar por las partes del espacio y el tiempo al concebirlas como sus objetos.

La aproximación de Hume a los problemas morales es fundamentalmente empírica. En lugar de decir cómo debería de operar la moral, expone cómo realizamos los juicios morales. Tras proporcionar varios ejemplos llega a la conclusión de que la mayoría (si no todas) de las conductas que aprobamos lo hacemos para incrementar la utilidad pública. Sin embargo, al contrario que el también empirista Thomas Hobbes, Hume declara que no sólo realizamos juicios morales teniendo en cuenta nuestro propio interés, sino también el de nuestros conciudadanos. Hume defiende esta teoría de la moral al asegurar que nunca podemos realizar juicios morales basándonos únicamente en la razón. Nuestra razón trata con hechos y extrae conclusiones a partir de ellos, pero no nos puede llevar a elegir una opción sobre otra; sólo los sentimientos pueden hacerlo. Este argumento contra la moral fundamentada en la razón forma parte hoy en día de los argumentos anti realistas.

(¿Cómo describe Hume que se realizan los juicios morales?)

Por tanto, Hume niega la existencia de una "razón práctica" y la posibilidad de una fundamentación racional de la ética. El objeto de la moral (pasiones, voliciones y acciones) no es susceptible de ese acuerdo o desacuerdo entre las ideas sobre las que se basan lo verdadero y lo falso. Si la razón no puede ser la fuente del juicio de valor, habrá que buscarlo en el sentimiento, que surge espontáneo en nosotros ante acciones susceptibles de lo que consideramos valoración moral.

El análisis de este sentimiento revela que es una forma de placer o de "gusto". Ello le lleva a excluir de la moral todo rastro de austero moralismo o de mortificación del alma o del cuerpo, porque el fin de la moral es la felicidad y el gozo de vivir del mayor número de hombres posible.

(¿Qué papel le asigna Hume a los sentimientos en los juicios de valor?)


Con información de :
http://es.wikipedia.org/wiki/Empirismo
http://es.wikipedia.org/wiki/David_Hume

martes, 23 de septiembre de 2008

El Racionalismo


El racionalismo (del latín ratio, razón) es una corriente filosófica que apareció en Francia en el siglo XVII, formulada por René Descartes, que se opone al empirismo y que es el sistema de pensamiento que acentúa el papel de la razón en la adquisición del conocimiento, en contraste con el empirismo, que resalta el papel de la experiencia, sobre todo el sentido de la percepción.

Descartes

El racionalismo se identifica ante todo con la tradición que proviene del filósofo y científico francés del siglo XVII René Descartes, quien creía que la geometría representaba el ideal de todas las ciencias y también de la filosofía. Mantenía que sólo por medio de la razón se podían descubrir ciertas verdades universales, evidentes en sí, de las que es posible deducir el resto de contenidos de la filosofía y de las ciencias. Manifestaba que estas verdades evidentes en sí eran innatas, no derivadas de la experiencia.

El Discurso del Método es la principal obra escrita por René Descartes, considerada una obra fundamental de la filosofía occidental con implicaciones para el desarrollo de la filosofía y de la ciencia. Fue escrita en francés (a diferencia de otras obras cultas que debían estar en latín) pues Descartes deseaba que fuera accesible a un público no culto).

En ella Descartes propone en la primera parte del libro un nuevo método (la duda metódica) para llegar a un saber que sea seguro. Al mismo tiempo realiza una rotunda crítica de las ciencias y de la filosofía escolástica de su tiempo. Tras este rechazo admite que sólo las matemáticas y el conocimiento de otras gentes, mediante los viajes, ofrecen un saber o conocimiento seguro, pero Descartes termina rechazando también los viajes debido a que las contradicciones que existen entre unos pueblos y otros no le permiten descubrir la verdad. Concluye diciendo que la única forma de encontrar la verdad es en uno mismo.

En la segunda parte de ese texto Descartes se propone renunciar a la diversidad de opiniones realizadas por múltiples autores que nos han sido enseñadas y en su lugar elegir otras con nuestra propia razón. Descartes aclara que esta reforma no está encaminada a reformar la enseñanza oficial, ni el orden social, sino que sólo expone como él ha llevado a cabo una reforma de su propio pensamiento.

Entonces el autor, (el primero de la llamada modernidad), toma la decisión radical de dudar de forma metódica y provisional de todo lo que le rodea. Descartes no quería construir su sistema filosófico sobre un terreno que él no concibiera firme.

Descartes propone que no podemos fiarnos ni de los sueños, ni de los sentidos, ni del conocimiento de otras personas si no son evidentes para nosotros mismos. Pero a diferencia de los escépticos que se quedaban en la duda, Descartes fue el primero que partió de ella para edificar su teoría pues utilizó la duda como método, como medio y no como fin.

A continuación se expone de forma muy breve los fundamentos de su nuevo método:

1) No admitir jamás cosa alguna como verdadera sin haber conocido con evidencia que así era.
2) Dividir cada una de las dificultades a examinar en tantas partes como fuera posible y necesario para su mejor solución.
3) Conducir con orden mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ascender poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos.
4) Hacer en todo enumeraciones tan completas y revisiones tan amplias, que llegase a estar seguro de no haber omitido nada.

Formuladas estas reglas Descartes las aplicó a las matemáticas, por ser consideradas el objeto más simple y claro. Gracias a esta aplicación adaptó el cálculo algebraico y el análisis a la solución de problemas. Concibió entonces el magno proyecto filosófico de fundamentar la ciencia en general.

En la tercera parte del texto, Descartes ya había establecido la duda metódica para poder llegar a la verdad, explica que, mientras se dedica a dudar de todo, tiene que crear una moral provisional que rija su vida. Esta moral provisional tenía una serie de máximas.

A) Obedecer las leyes y costumbres de su país, conservar la religión y guiarse por las opiniones más moderadas.
B) Ser lo más firme y lo más decidido en las acciones y en seguir las opiniones más dudosas como si hubieran sido verdaderas.
C) Cambiar los propios deseos antes que el orden del mundo. Afirma que nada excepto los pensamientos están enteramente en nuestro poder.

La conclusión a su moral provisional, como primer pensador moderno, es que decide dedicar toda su vida a cultivar la razón y a avanzar en el conocimiento mediante el uso de su método.

La cuarta parte es la esencial del Discurso del Método, al exponer su concepción ontológica:
El primer argumento que da para justificar la existencia de Dios (idea derivada de la evidencia –anteriormente examinada- de nuestra propia existencia, de la cual no podemos dudar) es que si tenemos conciencia de nuestra naturaleza imperfecta es porque sabemos en qué consiste una naturaleza perfecta.

El segundo argumento parte de nuestra propia imperfección, puesto que si nosotros que conocemos lo que es perfecto (y aquí preguntaría: ¿Es cierto que conocemos lo perfecto?) nos hubiésemos creado a nosotros mismos nos hubiéramos hecho perfectos. Por lo tanto se requiere un creador de nuestro ser, que tiene en sí esas perfecciones, Dios, del cual depende todo y sin el cual nada podría existir.

El tercero y último argumento que da para justificar la existencia de Dios es que Dios, entendido éste como la perfección, es lo mayor que puede pensarse. Dios tiene que existir-"argumento ontológico" tomado de la prueba de la existencia de Dios que ofrece San Anselmo- puesto que si no, podría pensarse en algo más perfecto y entonces, eso sería Dios.

La existencia de Dios a su vez nos demuestra la existencia del mundo puesto que Dios al ser infinitamente bueno y veraz no puede permitir que nos engañemos al creer que el mundo no existe, es así como Dios nos garantiza la evidencia de nuestras ideas.

Pero Descartes, al final, aun teniendo en cuenta lo dicho, afirma que es nuestro deber y no el de Dios, liberarnos de las ilusiones y evitar los errores.

En la quinta parte, Descartes habla de la formación del mundo (Le Monde) y el papel de la luz: el sol la produce, los cielos la transmiten, los planetas y la tierra la reflejan y el hombre es su espectador. Habla además de las funciones de los seres vivos, describe cómo trabaja el corazón y cómo con la dilatación y contracción éste bombea los “espíritus animales” los cuales llegan con su impulso a todos los órganos. Descartes afirma que el hombre es diferente de los demás animales porque cuenta con un alma racional (algo que ya había afirmado, palabras más, palabras menos, Aristóteles).
Concibe al organismo animal como una máquina automática (por aquel entonces se consideraba las muestras de dolor de los animales meras reacciones materiales y mecánicas, y esa creencia puede estar detrás de la tradición de la fiesta brava), y además demuestra la inmortalidad del alma humana.

En la sexta parte del Discurso del Método Descartes discurre sobre la pertinencia de la publicación de obras científicas, pues para él había primero que examinar las consecuencias y conflictos que pudieran tener en términos de beneficios materiales y morales. Descartes preveía que algunos productos científicos podrían ser mal utilizados e incluso podían ser mortales dado su mal uso. La creación de armas letales a partir del conocimiento científico no hace otra cosa que dar la razón a los resquemores de Descartes.

(Cf. http://es.wikipedia.org/wiki/Discurso_del_Método, http://www.turemanso.com.ar/fuego/filosofia/conocimientodh.html, )

La Ruptura del Paradigma Arisitotélico-Ptolemaico

La Revolución Filosófica Científica y La Ruptura Epistémico del Paradigma Aristotélico-Ptolemaico

En astronomía, Copérnico comprendió que no se podía entender el movimiento de los objetos celestes con la tesis según la cual la Tierra está en el centro del Universo y el Sol y los demás objetos celestes giran a su alrededor, comprendió que para entender el movimiento de los objetos celestes era necesario cambiar la relación poniendo al Sol en el centro y suponiendo que es la Tierra la que gira a su alrededor.

Desde que comenzó a esbozar la teoría heliocéntrica (1507) hasta que se publicó (1543) pasaron muchos años. La publicación del libro "De Revolutionibus orbium coelestium" (Sobre las Revoluciones de las Esferas Celestes) fue hasta ese año.

Posiblemente, influyó en esta demora el temor a una probable condena, pero no faltaron voces de la Iglesia, como la del Cardenal de Capua, que animaron insistentemente a Copérnico a divulgar sus teorías. Asimismo, resulta sumamente sorprendente el que una obra que con el tiempo fue proscrita por la Iglesia, fuera dedicada por el propio Copérnico "al santísimo señor Pablo III", obispo de Roma en aquel tiempo. ¿Una temeridad, una desfachatez de Copérnico? Ni mucho menos.
En principio, la Iglesia no tenía nada que objetar a esa obra en sí misma, pero sí en el carácter que se le quería dar.

Si se presentaba como un conjunto de cálculos coincidentes con las observaciones, entendidos más como un artificio matemático que como un reflejo de la realidad, la Iglesia no ponía ningún obstáculo, más bien lo contrario, ya que el modelo copernicano presentaba mayores ventajas que el ptolemaico, entre ellas la sencillez de los cálculos.

Pero la explicación que ofrecía Copérnico no era un artificio matemático sino el resultado del esfuerzo por describir fácticamente la realidad, describirla físicamente con el uso de las matemáticas.

Para Copérnico, su modelo heliocéntrico no era un modelo meramente especulativo, sino que intentaba ser lo suficientemente objetivo como para que la Iglesia sintiera que entraba al terreno de explicaciones que sólo la religión podía ofrecer: las leyes de la naturaleza que ahora el hombre podía describir e investigar ya no eran esas leyes insondables y misteriosas que se atribuían a la voluntad de Dios. Era el completo fin de las viejas costumbres eclesiásticas que dieron origen a la llamada Edad del Oscurantismo, aunque algunos autores opinan que no puede generalizarse y llamar al la Edad Media en su totalidad oscurantismo, y estoy de acuerdo con esa puntualización.

La Edad Media fue una época extraordinariamente rica, que quizá podamos juzgar primitiva en materia técnico-científica, pero no en el pensamiento ni en las artes, y cuyo legado, guste o no, determinó la posteridad especialmente en la civilización occidental.

(El profesor de la Universidad Complutense José Luis Martínez Sanz, colaborador de Elmanifiesto.com, ha publicado Vida y costumbres en la Edad Media (Edimat, Madrid, 2007). Un recorrido claro, didáctico y completísimo por un milenio de historia) .

Así, el modelo aristotélico-ptolemaico ya no era lo suficientemente bueno para explicar el movimiento de los cuerpos celestes que se podían observar, por lo que se hizo necesario romper con él y adoptar las nuevas explicaciones que proponían Copérnico, y otros astrónomos como Tycho Brahe, Kepler, Galileo y Newton.

Brahe desarrolló nuevos instrumentos astronómicos. Con ellos fue capaz de realizar un preciso catálogo estelar de más de 1000 estrellas (777 de ellas con una precisión muy elevada) cuyas posiciones estaban medidas con una precisión muy superior a la alcanzada hasta entonces. Las mejores medidas de Tycho alcanzaban precisiones de medio minuto de arco. Estas medidas le permitieron mostrar que los cometas no eran fenómenos meteorológicos sino objetos más allá de la Tierra. Sus instrumentos científicos fueron ampliamente copiados en Europa. Tycho fue el primer astrónomo en percibir la refracción de la luz, elaborar una completa tabla y corregir sus medidas astronómicas de este efecto.

El conjunto completo de observaciones de la trayectoria de los planetas fue heredado por Johannes Kepler, ayudante de Brahe en aquel tiempo. Gracias a estas detalladas observaciones Kepler sería capaz, unos años más tarde, de encontrar las hoy denominadas leyes de Kepler que gobiernan el movimiento planetario.


Galileo Galilei (1564-1642), usando el novedoso telescopio, observa las fases de la luna, el movimiento de Saturno y Júpiter, y cada vez más es partidario de la teoría heliocéntrica. Los partidarios de la teoría geocéntrica según Aristóteles se convierten en enemigos encarnizados y los ataques contra él comienzan con la aparición de Sidereus Nuncius. Ellos no pueden permitirse el perder la afrenta y no quieren ver su ciencia puesta en cuestión.

Además, los métodos de Galileo, basados en la observación y la experiencia en vez de la autoridad de los partidarios de las teorías geocéntricas (que se apoyan sobre el prestigio de Aristóteles), están en oposición completa con los suyos, hasta tal punto que Galileo rechaza compararse con ellos.


(Con información de elmanifiesto.com, http://www.iua.upf.es/~berenguer/recursos/fig_calc/_3_/estampas/3_12.htm, http://centros5.pntic.mec.es/ies.victoria.kent/Rincon-C/Curiosid/Rc-22/RC-22.htm http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/Filosofiamedievalymoderna/Kant/Kant-RevolucionCopernicanaenFilosofia.htm, http://www.arqueologiamedieval.com/noticias/noticias.asp?ref=2012, http://es.wikipedia.org/wiki/Galileo#Galileo_atacado_y_condenado_por_las_autoridades,)

La Reforma


La divergencia más notoria entre la doctrina católica y las propuestas de Lutero, se dio en lo que concierne al problema de la justificación o de la justicia de Dios.
Para alcanzar la salvación –profesaba la Iglesia- era necesario que el hombre se hiciera justo. Pero este hecho se aceptaba como imposible: el hombre no puede alcanzar la justificación solo porque el abismo que lo separa de Dios es insalvable.
Es Dios con su infinito amor quien justifica al hombre, el único que puede saltar ese abismo, regenerar a su criatura y elevarla. Pero si bien la justificación es obra de Dios, "no hace más que coronar los méritos adquiridos por un esfuerzo moral" bajo el impulso de la gracia. Dios no puede hacer desaparecer al pecado: el esfuerzo moral que busca la justificación divina es el camino. La moral humana no se contrapone a la justicia de Cristo.

Lutero creía, en cambio, que la justificación no eliminaba el pecado y que la justicia de Dios era incompatible con la moral y la justicia humana. El pecado es la condición humana y nada lo hará desaparecer, porque hasta las buenas acciones están signadas por éste.

La relación de Dios con el hombre no tiene basamento jurídico: es una relación de amor regenerador que no perdona los pecados sino que los imputa. Así, el hombre debe reconocer su miseria moral y aceptarse como pecador, y que su Creador está en derecho de rechazarlo. El hombre debe tener una conciencia sin complacencia de su situación miserable, detestar su situación pero aceptar que es irreversible y entregarse a la misericordia divina esperando confiado en Dios.

Este hombre es mirado por Dios como justo, aunque sea injusto (porque sólo Dios puede ser justo). Y aceptar su condición de pecador y reconocer la justicia de Dios implica haber recibido el don de la fe. Por esta razón las obras desaparecen, no hay ninguna obra humana que merezca la justificación de Dios. Ninguna. Las prácticas exteriores son rechazadas abiertamente.

La salvación solo es alcanzable por el don de la fe, que no se refiere a la creencia a secas en la existencia de Dios, como ya explicamos. Debemos llevar a Dios dentro de nuestro corazón, y es esa la única esperanza de ser justificados, la que nos dará la seguridad y confianza de estar entre los elegidos y predestinados por Dios para salvarse.

Esta es una concepción religiosa que tiene un acento personal, primando la espiritualidad interior por sobre la práctica exterior. El cristiano debe sentir a Dios trabajar dentro suyo: esto le dará la certidumbre de la salvación. Entonces tendrá a Dios de su lado, no un Dios estático sino activo, dinámico en el interior del hombre.

Lutero publicó en Wittemberg el 31 de octubre de 1517 el anuncio de sus 95 tesis, clavándolas en la puerta de la capilla del castillo. La proposición de Lutero es la siguiente: el hombre, criatura perdida, sólo puede querer el mal, no puede amar a Dios sino de forma egoísta, de este modo su voluntad no es libre.
(Con información de monografias.com)